lunes, 10 de mayo de 2010

Africa: El legendario reino de benin

Africa: El legendario reino de Benin
jueves, 29 de abril de 2010

29 de abril de 2010, 03:02Por Rafael de la Morena Santana (Prensa Latina*)

Desde tiempos antiguos, África fue territorio de importantes estados poco conocidos, y en el siglo XII, cuando aún estaban por formarse algunas monarquías europeas, en la parte occidental del continente surgió el Reino de Benín.

El príncipe Eweka, cuyo nombre quiere decir gran guerrero, fue su fundador y estaba situado en el suroeste de la actual Nigeria, a orillas del Golfo de Guinea (Océano Atlántico), en una región ocupada por densos bosques, dentro de la Cuenca del Níger.

Eweka terminó el proceso de unificar a pueblos de lengua edo y es considerado el primer rey, el oba, de Benín.

El reino, conocido además como Edo, se expandió durante decenios y en su apogeo en el siglo XVII, la autoridad de sus soberanos se imponía desde el delta del río Níger (este), hasta el territorio yoruba de Ibadán al oeste.

Al norte limitaba con las sabanas sahelianas y al sur se desplegaba en las costas del Océano Atlántico. El Reino de Benin llegó a alcanzar una extensión aproximada de 500 mil kilómetros cuadrados.

La ciudad de Benin, situada a orillas del río del mismo nombre, se convirtió en capital de estado, y dio nombre al reino.

Esta urbe, estructurada rectangularmente, era protegida por una muralla de barro cocido de mucha dureza, de 18 metros de altura y un ancho y profundo foso la antecedía.

La muralla defensiva, concluida alrededor de 1460, fue impulsada por el duodécimo soberano, Ewuare el Grande, y se extendió más tarde alrededor de las fronteras del estado con unos mil 200 kilómetros de longitud.

En su tiempo se consideraba una de las mayores obras de su tipo en el planeta.

En la ciudad se apreciaban amplias calles de 20 metros o más de ancho, dispuestas en ángulos de 90 grados, y en las que había templos y altares con figuras y alto relieves de metal para rendir culto a los antepasados.

Hileras de casas de adobe, de una o varias plantas, y áreas sembradas de árboles flanqueaban estas verdaderas avenidas.

El gran palacio del Oba, una imponente ciudadela rodeada por un recinto amurallado contaba con varios edificios, establos para los caballos y patios con arboledas, galerías sostenidas por columnas de maderas preciosas, incrustadas con piezas de bronce.

En las paredes se veían armas y relieves con escenas de la vida del reino, de cacería y, sobre todo, de las victorias militares de los monarcas.

Las capillas y otras cámaras de palacio estaban decoradas con magníficas estatuas de bronce y marfil.

Un reino próspero y estable

El Gobierno era ejercido por el Oba, auxiliado por una especie de consejo legislativo de los edo llamado Uzama, grupo de jefes que aprobaban la elección del monarca y lo asesoraban.

Ewuare el Grande creó una forma de equipo ejecutivo: los "jefes de palacio" y "jefes del pueblo", quienes eran nombrados por él y actuaban en su nombre, tanto en la capital como en las diferentes regiones del país.

A partir de este reinado, que duró de 1440 a 1473, los reyes de Benín fueron adorados como dioses y honrados con solemnes enterramientos.

Las ceremonias anuales dedicadas al culto a los obas difuntos, implicaban sacrificios masivos de prisioneros de guerra, práctica que se abandonó por la influencia del contacto con los misioneros cristianos e islámicos.

Las principales actividades económicas de la monarquía eran la artesanía, la caza, la pesca fluvial, la agricultura y la ganadería, además de producir pimienta, café, algodón, mijo, sorgo, legumbres y hortalizas.

Benín fue el reino africano que desarrolló el arte escultórico de forma más completa y perfecta, en materiales tan diversos como bronce, hierro, marfil, cerámica y madera.

Los artistas edos eran célebres por las tallas de madera y marfil, por la joyería ceremonial, cabezas de bronce y mobiliario sacro.

Se destacaron en la creación de laboriosas placas vaciadas en bronce con el sistema de la cera perdida y también de latón, ricamente decoradas con relieves que muestran un panorama notable del pasado del reino, representando a personajes y acontecimientos.

Se crearon estatuas, mascaras, representaciones divinas de antepasados, modestos utensilios domésticos e instrumentos musicales,

Entre los objetos mencionados hay que destacar las magnificas piezas fundidas de esculturas de reyes y reinas, en especial las cabezas de reinas madre, figuras humanas y de animales, mascaras de felinos y planchas con escenas de caza y de la corte.

Los marfiles constituyen obras muy notables: brazaletes, máscaras, ornamentos y colmillos de elefante tallados con motivos tradicionales y leyendas, para conmemorar hechos históricos o gestas militares de los edos.

Los productos para comerciar eran la sal, la pimienta, semillas y aceite de palma, piezas de marfil, telas, alfarería, artículos de bronce, pieles, máscaras rituales y alimentos.

Además, existía un moderado tráfico de esclavos, con los prisioneros de guerra, y luego solo de mujeres hasta ser abolido a principios del siglo XIX.

El aceite de palma se convirtió en un artículo de tanta importancia para el comercio que la región del delta del Níger llegó a ser conocida como "Ríos de Aceite".

La llegada del colonialismo

En 1485, llegó a Benín la expedición portuguesa de Joao Alfonso d'Aveiro y Ozolua el Conquistador, decimoquinto oba, estableció relaciones comerciales y diplomáticas con Portugal.

El siguiente mandatario, Esigie, que gobernó entre 1504 y 1547, las intensificó, e incluso aprendió a hablar y leer en portugués.

Desde el siglo XVI hasta el XVIII mercaderes europeos de Holanda, España, Francia, y Gran Bretaña acudieron con regularidad a las costas del reino.

La prosperidad de Benín duró hasta el siglo XIX, debido a revueltas internas generadas por conflictos entre nobles hereditarios, que ostentaban títulos dentro de grupos de partidarios palaciegos, representantes rituales de la gente común y miembros de las asociaciones comerciales que controlaban rutas entre la costa y los mercados del interior,

Esto debilitó al poder real, lo que agudizó el asedio de los ataques de los estados musulmanes del norte, como el reino Nupe, que le arrebataron parte de los territorios periféricos septentrionales.

Al oeste, el estado yoruba de Ibadán fue socavando el control sobre algunas zonas fronterizas.

Esta situación de inestabilidad fue aprovechada por los intereses del colonialismo europeo, que se lanzaron a la conquista del rico estado. Sin embargo, el reino manifestó una extraordinaria capacidad de resistencia.

En 1897 los británicos enviaron una expedición integrada por dos mil 500 hombres y comandada por el almirante Harry Rawson.

Los edos hicieron frente a la invasión con un bravo ejército armado de lanzas, escudos y anticuados mosquetes, pero fueron derrotados por la superioridad técnica inglesa y la capital, saqueada y quemada.

Esta guerra significó el fin de la independencia del reino, incorporado al imperio de Londres, en el Protectorado del Sur de Nigeria, con la deposición del oba Ovonramwen, exiliado en Calabar.

Aunque la monarquía beniana se reinstauró en 1914, los obas no ejercieron más un poder efectivo.

El Reino de Benín o Edo, nos dejó en herencia el ejemplo de un estado organizado en plena selva africana, que funcionó de manera eficiente por siete siglos, y mantuvo relaciones pacíficas y beneficiosas con países y culturas diferentes.

(*) Especialista de la Delegación de La Habana del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Colaborador de Prensa Latina.

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